Antes de
exponer las teorías de la globalización y mostrar los variados
esfuerzos interpretativos hechos sobre ese fenómeno, nos parece
necesario hacer una breve introducción sobre los precedentes que
envuelven lo que llamamos de globalización neoliberal, que, a nuestro
juicio, está directamente asociada al fin de la bipolaridad post
Guerra Fría.
Las profundas transformaciones por las que pasó la humanidad, en
lo que dice respecto a sus estructuras sociopolíticas en los últimos
dos decenios hasta llegar a la actual configuración, tiene como
sus más directos precedentes el orden que sucedió a la Segunda
Guerra Mundial. La catástrofe ocasionada por la guerra resultó
fundamental para propiciar un profundo cambio que conduciría a
una de las características más evidentes de la globalización:
el alzamiento de los Estados Unidos como potencia hegemónica mundial.
La bipolarización, que constituyó el fenómeno más
ilustrativo del período de la posguerra, fue consecuencia del gran
debilitamiento de las antiguas potencias europeas y el surgimiento de
los nuevos centros de decisión y poder mundial - Estados Unidos
y URSS. Estos dos grandes centros de poder, con sus visiones antagónicas
de la sociedad y con pretensiones políticas-ideológicas
opuestas serían, desde entonces, los principales protagonistas
políticos de los acontecimientos históricos en los cuarenta
y cinco años siguientes a la posguerra. Sus decisiones y el equilibrio
de fuerzas que tenían, fueron determinantes en la constitución
del orden político mundial en estos años (França
Filho, 1998).
En las Conferencias de Yalta y sobre todo de Potsdam, ambas en 1945, Stálin,
Churchill y Roosevelt diseñaron el nuevo mapa europeo, consagrando
los espacios de dominación americano y soviético. Después
de la Segunda Guerra Mundial, con la creación de la Organización
de las Naciones Unidas - en cambio de la fracasada Liga de las Naciones
(1) -, se comienza a promover y a aceptar ampliamente un nuevo modelo
de derecho y accountability internacional. La regulación internacional
proyectada por la carta de la ONU estaba protagonizada por Estados soberanos,
reunidos en una miríada de relaciones, conminados a resolver sus
desacuerdos por medios pacíficos en la arena política y
conforme a criterios legales. En principio estaban sujetos a severas restricciones
al uso de la fuerza y constreñidos a observar nuevas normas a fin
de respetar ciudadanos extranjeros cuando en su territorio o a los propios
nacionales. Pero cada país interiorizaba esas reglas a su manera
y la nueva relación de fuerza entre esas naciones surgidas del
escenario de la posguerra terminó por ser contemplada en la configuración
de la ONU.
Dado el fracaso de la antigua Liga de las Naciones, la arquitectura de
esta nueva institución fue hecha para emplazar la estructura de
poder internacional emergente. La división del globo según
la influencia de poderosos Estados-naciones, con diferentes conjuntos
de intereses geopolíticos, fue reflejada en la concepción
de la Carta da ONU. En consecuencia, esta institución fue prácticamente
inmovilizada como actor autónomo en varias cuestiones premiantes
(Hobsbawn, 1996; Held 1997; Amin; 1999, Evans, 1997). Una muestra obvia
de esas diferencias es la constitución del Consejo de Seguridad
de la ONU. Además de la prominencia económica y / o militar
de las naciones hegemónicas - que se traducía, naturalmente
en otras formas de poder -, el status político privilegiado añadía
autoridad y la legitimidad necesaria a cada uno de los Estados más
importantes (2).
Con el establecimiento de un nuevo orden, legitimado por una nueva y más
fuerte institución política mundial, comienza la primera
"demarcación" de las zonas de influencia en el escenario
bipolar. Las áreas ocupadas inicialmente por las tropas soviéticas
en el Este se volvieron socialistas con el determinante apoyo a los partidos
comunistas y grupos de izquierda locales al establecimiento de nuevos
gobiernos. La presencia soviética luego se mostraría efectiva
y continua bajo su influencia política y ayuda económica
y siendo la garantizadora del proceso de planificación de la economía
y de la implantación del ideario comunista en estos países.
Los Estados Unidos, a su vez, pasan a ser el exponente máximo del
mundo capitalista y consolida su hegemonía sobre los países
industrializados, y sobre todo, ante las destrozadas ex potencias de la
Europa Occidental.
La busca de ampliación de las respectivas zonas de influencia por
el resto del mundo condujo a un continuo deterioro en las relaciones de
los dos países. La formación de una amplia y rígida
red de seguridad con la consecución de las alianzas militares como
la Organización del Tratado del Atlántico Norte o el Pacto
de Varsovia - además de otros pactos y acuerdos bilaterales y multilaterales
de defensa regional - es la materialización de la Guerra Fría.
Ese conflicto indirecto, tenso y no declarado entre las dos potencias
se expandió por todo el globo. Las guerras de las Coreas, de Vietnam,
de Afganistán y la crisis de los mísiles en Cuba son ejemplos
históricos de espinosos momentos por los cuales pasó la
humanidad en esos años.
Ese equilibrio entre las dos potencias se fundamentó, sobre todo,
en el poderío nuclear, el dominio de tecnología militar
de destrucción masiva, sustentándose, por lo tanto, en la
idea de la mutua destrucción de los contendientes en el caso de
un eventual conflicto bélico entre ambos. La capacidad de destrucción
recíproca comportó la dualidad política de la no
confrontación directa - que por sus probables consecuencias sería
suicida. El ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger expresó
lo que significaba la Guerra Fría en su auge:
"La
diplomacia contemporánea se desarrolla en circunstancias sin precedentes.
Raras veces existió menor base de entendimiento entre las grandes
potencias y, desde luego, jamás se cohibió el uso de la
fuerza (...)" (3).
Hubo una interacción entre los intereses de las grandes potencias,
en su disputa bipolar, hacia los actores políticos menores en conflictos
regionales, muchas veces de carácter étnico - en este último
caso, encima de todo, en las ex colonias africanas - que fueron politizados
en sus desiguales subsistemas regionales de poder. De esta forma, el equilibrio
geopolítico internacional entre los dos polos se transformó
en un ajedrez político y militar, dónde la búsqueda
de aliados internacionales - aunque con importancia secundaria en el plano
mundial - tendía a potencializar conflictos locales y rivalidades
regionales. De acuerdo con la descripción del ex secretario de
la Defensa estadounidense, Robert MacNamara, bajo ese conflicto ideológico
hubo 125 guerras en el Tercer Mundo, que costaron la vida de 40 millones
de personas. Aun según él, en la década de 1980,
los países del Tercer Mundo tuvieron gastos militares de aproximadamente
doscientos mil millones de dólares anuales (cf. Velloso y Martins,
1994: 35).
El principio del fin de esta tradicional geopolítica que regía
las relaciones internacionales desde la posguerra fue señalado
por la caída del muro de Berlín. Pero el sistema de economía
planificada ya presentaba señales de agotamiento hacía algún
tiempo. La frágil sustentación económica de la Unión
Soviética y las demandas populares por la democracia, catalizadas
por el gobierno Gorbachov aceleraron el proceso de superación de
la Guerra Fría. La influencia de los "vientos" de la
Glasnost y el nivel de desgaste en que se encontraba el sistema político-económico
de la antigua Alemania Oriental en el gobierno Honecker propiciaron la
posibilidad de que las protestas populares ganasen mayores dimensiones,
al paso que no fuesen reprimidas por las fuerzas de seguridad interna
- hecho histórico en que fue determinante la firme posición
de Gorbachov, de no apoyar cualquier forma de represión violenta
a la multitud.
Desde ahí la antigua división bipolar hegemónica
dio espacio a un nuevo orden con nuevos actores políticos internacionales,
surgiendo en el vacío dejado por la Unión Soviética,
y definitivamente, después del colapso de esta en 1990. El proceso
avanzó a una velocidad extraordinaria, con la manifiesta voluntad
de los países de Este europeo de desmarcarse de su pasado reciente
e integrarse a la comunidad internacional, saliendo del aislacionismo
que permeó sus políticas externas desde los tiempos de la
Guerra Fría. De esta forma nuevos foros de diálogo fueron
apareciendo, así como la apertura económica, la inclusión
de nuevos temas en la agenda internacional, incluyendo ya una nueva y
diversa miríada de actores. Eso pasaba sin no tener más
como el telón de fondo el debate ideológico comunismo-capitalismo,
pero sí en un escenario de integración global en busca de
la defensa de los intereses económicos singulares y / o regionales.
La consecuencia principal de ese cambio fue la formación de un
nuevo orden mundial, evidenciada por el unilateralismo político-militar
estadounidense, disfrazado de multilateralismo, a través de las
decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas - incapaz de
asegurar y garantizar la paz, teniendo una actuación de carácter
más legitimador (França Filho, 1998: 107). La euforia de
la Posguerra Fría también estimuló la proclamación
del triunfo de la economía de mercado y de la exaltación
del ideario reformista neoliberal, supuestamente más ajustado a
las demandas de este nuevo orden global. Otra consecuencia fue el alzamiento
de nuevos liderazgos regionales, como Alemania, Japón, China -
y otros países más, de acuerdo con el punto de vista - que
permanecían políticamente menos activos y ahora, dentro
de la realidad del predominio del poder económico sobre el ideológico-militar,
alcanzaron una proyección más acentuada en el contexto internacional.
Según Giddens, en retrospectiva a lo que sucedió con la
Unión Soviética, esta nación, lejos de sobrepasar
a los Estados Unidos, se "quedo trágicamente regazada (...).
La teoría económica del socialismo fue siempre inadecuada,
infravalorando la capacidad del capitalismo para innovar, adaptarse y
generar una productividad creciente. El socialismo tampoco logró
captar la importancia de los mercados como provedores de información,
que ofrecen datos esenciales a compradores y vendedores. Estas insuficiencias
sólo se revelaron en su total magnitud con los intensos procesos
de la globalización y el cambio tecnológico de los primeros
años de los setenta en adelante" (Giddens, 1999: 15). Por
otro lado en este nuevo orden, muchos nuevos problemas surgieron, como
la multiplicación de los conflictos regionales, los nacionalismos
latentes, los odios étnicos como en Yugoslavia - que estaban soterrados,
pero vivos bajo el cemento ideológico del comunismo - y los conflictos
religiosos. Las fronteras dibujadas artificialmente e impuestas por los
europeos en las ex colonias de África y Asia también ahora
actúan como desencadenadoras de la rivalidad, del odio y de la
disputa política entre los diferentes grupos étnicos que
comportan.
Este escenario de débil paz mundial y de innumerables disturbios
y conflictos que permean este nuevo orden mundial parecen no solamente
nutridos por el atraso económico y social - que reconocidamente
potencializa los odios e incomprensiones -, pero también por las
gritantes desigualdades Norte-Sur, por el abismo tecnológico y
sobre todo, por la actual incapacidad global de ecuacionar esos problemas.
En al actual contexto sentido, vale citar las palabras del ex secretario
de Defensa estadounidense Robert Macnamara (cf. Velloso y Martins, op.
cit.: 5):
"Como
bien demostró la crisis de Irak, el mundo del futuro no será
un mundo sin conflictos, bien sea entre grupos dentro de una nación,
bien a través de las fronteras nacionales. Las diferencias raciales
y étnicas siempre subsistirán. Conforme progresen las sociedades
se producirán revoluciones políticas. Las disputas históricas
sobre las fronteras políticas proseguirán. Las diferencias
económicas entre las naciones se intensificará en la medida
que la revolución tecnológica del siglo XXI se extienda
sobre el globo de forma desigual."
El nuevo orden internacional, pos Guerra Fría, aún que sea
considerada "multipolar", es evidentemente marcada por el predominio
hegemónico estadounidense, en que el poderío militar, con
el colapso del comunismo - que proporcionó el triunfo fundamental
en el front ideológico - se ha sumado al ciclo de prosperidad económica
de este país. El marco de ese "nuevo" liderazgo norteamericano
definitivamente se dio durante los precedentes a la guerra del Golfo,
con las gestiones de Estados Unidos junto a las Naciones Unidas (4) y
el Consejo de Seguridad. Desde entonces, este país pasó
a ser el centro del poder político y económico mundial.
Como consecuencia es allí dónde se toman la mayor parte
de las decisiones que afectan al resto del mundo. Esto ilustra muy bien
una de las características de la globalización neoliberal,
la excesiva concentración de poder económico y político
en manos de pocos actores - y principalmente en un país - y la
asimetría de la concentración espacial del mismo en pocos
locales.
Notas:
(1) Sobre el fracaso de la Liga de las Naciones, afirma
Held que "abunda la evidencia que respalda la hipótesis de
que eran pocos los Estados, particularmente los más poderosos,
que estaban dispuestos a renunciar a uno de los componentes esenciales
de la idea de soberanía: la libertad de poder definir al amigo
y al enemigo y de poner en marcha las políticas más adecuadas
para sus propios fines. Los sistemas de discusión, arbitraje y
garantía de la Liga se encontraban demasiados lejos de las realidades
de la política de poder" (1997: 114).
(2) Como un autor sugiere, "el fracaso de la Liga persuadió
a los diseñadores de la siguiente organización de que para
asegurar la paz internacional lo mejor no era rechazar el ordenamiento
jerárquico de los Estados, sino reconocer debidamente la necesidad
de esa jerarquía en cualquier sistema de seguridad" (Clark,
I.; The Hierarchy of States: Reform and Resistence in International Order,
Cambridge University Press, Cambridge, 1989, cit. en Held, 1999: 115).
Held hace una evaluación interesante acerca de la creación
de la ONU. Según él, algunas de las deficiencias atribuidas
al carácter de sus actuaciones deberían ser "reinterpretadas
y vinculadas con un sistema de Estados mismo (...). Por otra parte, el
sistema de la carta de la ONU fue claramente innovador e influyente en
varios sentidos. Representó un foro internacional ante el cual
todos los Estados son iguales en ciertos aspectos, un foro de particular
importancia para los países en desarrollo y para aquellos en búsqueda
de una base para alcanzar soluciones de 'consenso' a los problemas internacionales.
También ofreció un marco para la descolonización
y la puesta en marcha de reformas de las instituciones internacionales.
Más aún, suministró una concepción valiosa
a pesar de todas sus limitaciones, de un nuevo orden mundial basado en
el acuerdo de los gobiernos y, en circunstancias propicias, de una entidad
supranacional en defensa de los derechos humanos en asuntos mundiales"
(Held, 1997: 116).
(3) Citado en Demétrio Magnoli, O Mundo Contemporâneo, ed.
Ática, São Paulo, 1990, p. 51.
(4) De acuerdo con Kagian Jules, en el Middle East International (21 oct.
1994), Madeleine Albright informó al consejo de seguridad que estaba
dudando de la eficiencia de una resolución determinada por Estados
Unidos acerca de Irak y declaró que los Estados Unidos seguiría
actuando de manera "multilateral, cuando podamos, y unilateral, cuando
tengamos que hacerlo." Mientras que Irak sufría las consecuencias
del bombardeo norteamericano, sobre la doctrina estadounidense empleada,
el presidente Bush afirmaba "que hagan el juego como quieran, pero
en el mundo real se hace lo que nosotros decimos." (cf. Chomsky y
Dieterich, 1999
Referencias:
Amin, Samir (1999) El Capitalismo en la Era de la Globalización,
Paidós, Barcelona.
Chomsky, Noam; Dieterich, Heinz (1998) La Aldea Global, 3a edición,
Txalaparta, Tafalla.
Evans, Peter (1997) The Eclipse of the State - Reflections on Stateness
in an Era of Globalization, in World Politics, vol. 50, octubre, Princeton,
pp. 62-87.
França Filho, Marcílio Toscano (1998) Integración
Regional y Globalización de la Economía: Las dos Caras del
Nuevo Orden Mundial, in Revista de Estudios Políticos (Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales), n. 100, abril/junio, Madrid,
pp. 111-123.
Giddens,
Anthony (1999) La Tercera Vía - La Renovación de la Socialdemocracia,
Taurus, Madrid.
Held, David (1997) La Democracia y El Orden Global - Del Estado Moderno
al Gobierno Cosmopolita, Paidós, Barcelona.
Hobsbawn,
Eric (1997) A Era dos Extremos: O Breve século Vinte e Um - 1914-1991,
Companhia das Letras, São Paulo.
Veloso, A.; Martins, C. (1994) A Nova Ordem Internacional, Brasiliense,
São Paulo.
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